Se nota cuando has llegado a Brasil, porque enseguida se ven muchas chicas lindas, y gente negra. (Habíamos pasado meses sin ver a una persona de color; simplemente no hay en Chile y Argentina!) No paramos en la ciudad, y fuimos directo a ver las cataratas, uno de los lugares obligatorios de nuestro viaje.

Las cataratas son increíbles. Tanto por su tamaña (mide 2700 metros, en 275 cascadas) como por la cantidad de agua que llevan (sobre 1400m³/s.) Son las cataratas que más agua vierten del mundo! El mirador te acerca bastante a la "Garganta del Diablo" (en el lado Argentino), donde te mojas en el aerosol formado por las cascadas enormes.


Seguido, pillamos una guagua; próxima parada: Florianópolis. Resultó que era una eterna guagua. 18 horas. Qué paliza! (Nota importante para mí: la próxima vez, lleva wiky.) (Otra nota importante para mí: disimúlalo en una botella de zumo de manzana para que Rosa me lo deje beber en paz.) Florianópolis es la puerta de entrada a la Isla de Santa Catarina: las dos mitades de esta ciudad están separados por el puente que conecta la isla al continente. De nuevo pasamos volando la ciudad, y fuimos directo a un pueblo pesquero que se llama Barra do Lagoa. Este pueblo hermoso fue nuestra base para explorar la isla paraísiaca durante los próximos 10 días.

El pueblo pesquero de Barra da Lagoa. Se ve el lago (Lagoa da Conceição) en la distancia, y el océano Atlántico en primer plano.

Santa Catarina mide 50km de largo, con playas inmaculadas que recorren decenas de kilometros. Hay un lago enorme en el centro, rodeado por montañitas y colinas, donde la gente practica kite-surf, kayak y parapente. Había un montón de surfistas en el mar, y había hasta sitios de escalada justo en la orilla. En resumen, un sitio chulísimo donde quiero algún día volver!

Praia dos Açores, al sur de la isla.
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